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El 28 de mayo es un día reivindicativo para la salud de las mujeres que nos compete a todas y todos en el reconocimiento de los derechos como seres humanos trascendiendo las fronteras del género y sexo. Este día se celebra el día Internacional de la Salud de la Mujer y el día de la Higiene Menstrual. Aunque ambos días se hayan establecido en diferentes momentos históricos y de la mano de diferentes organizaciones, es un día que nos invita a reflexionar una problemática muy actual: la estigmatización del género mujer como “objeto” que está al cuidado de las personas que le rodean.

Hoy en día las mujeres seguimos sintiéndonos culposas si priorizamos en nosotras mismas  en vez de la persona a la que apreciamos o que simplemente tenemos al lado (aunque no exista un vínculo con esta última). Y eso es lo que nos lleva  priorizar en el “afuera” y no en el “adentro”. Consideramos que ya no hay tiempo para conocernos a nosotras mismas, explorar nuestro cuerpo, emociones, pensamientos y tomar conciencia de lo que estamos viviendo porque ese tiempo debe ser dedicado para lograr sentirnos aceptadas socialmente.

Nuestra parte creativa se ve obstaculizada y/o “contaminada” por ese sentir culposo… ese sentir de “No me siento capaz…”, “si me dedico a crear algo para mí no podré dedicarme a lo que tengo que hacer”…. Y muchos etcéteras. Seguimos en la dulce y romántica espera de recibir una aprobación de las/os demás para poder continuar con nuestro trabajo: reproducir y cuidar. No podemos concebir que nos podamos enfermar, y si nos enfermamos intentamos que pase esa enfermedad lo antes posible porque debemos mostrarnos bien para quienes cuidamos, porque si no lo hacemos “¿Quién lo hará?”, pensamos. Asumimos ese rol de la forma más omnipotente posible, dejamos de ser humanas, de sentir que merecemos un lugar de distensión antes que cualquier otra persona, porque primero están los demás, después yo. Así es como se va configurando una reproducción de un rol que nos va autodestruyendo nuestra integridad, viéndonos consumidas en una vorágine en la cual nos terminamos perdiendo a nosotras mismas.

Este compendio de sucesos es sin ánimos de victimizarnos sino todo lo contrario, es preciso poder reconocer el daño que nos generamos y permitimos que nos generen, dado que la violencia que es permitida de alguna manera es también generada desde y hacia una misma.
En este marco, la salud de las mujeres se encuentra en un estadio de vulnerabilidad máxima, donde el tabú que social y culturalmente se sostiene sobre nuestros procesos naturales del cuerpo como, la menstruación, la masturbación, las relaciones sexuales, no nos han permitido (ni nos permitimos) aceptarlas como parte de nuestra esencia. En este proceder de la no auto-aceptación tendemos a cubrir esas “partes” como si no fueran nuestras. Nuestros cambios de humor a causa de los ciclos que bioemocionalmente presentamos, nuestra conexión con la naturaleza como lo muestra claramente los nutrientes que posee nuestra menstruación para la tierra, nuestra parte creativa que nos permite mostrarnos tal cual somos y transmitir-nos nuestras “reales” necesidades como algo cíclico que va y vuelve a nosotras… Todo ese estado de conciencia, es al que deberíamos llegar para comprender que la salud empieza desde allí.

No hay un único recorrido para llegar a esta meta existencial, las vías son múltiples, lo importante es encontrar la que nos haga sentir más cómodas y que nos permita conectar con nuestra esencia. El trabajo más difícil es poder darnos ese tiempo, y por sobre todo sentir que nos lo merecemos sin culpas. Ese tiempo que no es el impuesto, sino un tiempo orgánico, natural.
La información, la atención y la disposición para asesorar y acompañar por parte del Sistema de Salud todos nuestros procesos naturales son indispensables para lograr una buena calidad de vida que necesariamente debe vincular a todas las personas en esta toma de conciencia sin importar su género.
Cuando hablo de Sistema de Salud, no me refiero a todos los centros de Salud instalados  por el Ministerio de Salud Pública, sino a todos los servicios, ya sea de la medicina tradicional como alternativa, que trabajan en pro de garantizar la salud de la ciudadanía. Este Sistema, por sobre todo es importante que se refuerce en la facilitación de estas acciones dejando a un lado la diferenciación por género, edad, nivel de ingresos, raza, etnia, discapacidad, orientación sexual y nivel educativo. Estas variables se interseccionan entre sí, siendo aprobadas aquellas intersecciones que apuntan a un modelo de persona socialmente aceptada como la “ideal”.

Por tanto, este día conmemora la resignificancia de quitar todo tipo de tabú en nuestro arquetipo femenino que nos aleja de la posibilidad de poder vivir con plenitud y de forma saludable nuestra vida. Sentirnos plenas al momento de tomar las decisiones sobre nuestro cuerpo, pudiendo tener la información, la atención, el asesoramiento y el acompañamiento necesarios que permitan deconstruir las barreras de los prejuicios sociales y culturales que tapujan nuestra capacidad de autocuidado y autovaloración.

«El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal» (Simone de Beauvoir. El Segundo sexo, 1949)

 

Lic. Soc. Valentina Larrosa Gaso